Como padre de cinco – condición que no tiene ninguno de los
diputados de la “bancada estudiantil” – me importa un bledo si hay o no hay
lucro en la educación superior. Lo que no me gusta es el costo que tiene. Ni lo
que les enseñan.
No hay lógica detrás de quienes piensan que la razón del
alto costo de la educación superior es el lucro de las instituciones. El
arancel de cualquier carrera en la Universidad de las Américas, por ejemplo - que
pertenece a una empresa que cotiza en bolsa en EEUU - es inferior en todos los
casos a las equivalentes en la Universidad de Chile – que recibe el mayor
importe de aporte basal entregado a una Universidad en el país.
Tal como expongo en mi libro, el incremento del costo en la
educación superior es un fenómeno mundial derivado de un fuerte incremento en
la demanda de “cartones”. Por lo tanto, suben los precios: de las Universidades
privadas (con lucro) y de las estatales (sin lucro). Basta ver el precio de los
aranceles de unos y otros para corroborarlo. Pero eso es algo que quienes
desean a toda costa convertir este debate en uno de economía, en vez de uno de
educación, no quieren ver. En su afán de desacreditar “el sistema”, se lanzan a
culpar al lucro de todos los males de la educación.
Más importante que eso es la formación que necesitan los
estudiantes para insertarse en la sociedad que les va a tocar vivir antes de
diez años. El modelo educacional que tenemos en el mundo desde hace siglos va a
ser disrupcionado rápidamente por las necesidades urgentes que tendrán todas
las empresas y organizaciones, que son quienes contratan a los egresados de las
Universidades. Egresados que – no lo olvidemos – acuden a las Universidades en
busca de un título que les de mayores oportunidades laborales.
Las mejores Universidades del mundo están cambiando sus
paradigmas para resolver la encrucijada en que se encuentran. Por ejemplo,
Harvard y el MIT generaron hace 5 años Edx.org, donde piensan subir todas las
clases de todas las asignaturas de todas las carreras de ambas Universidades
para llegar a 1.000 millones de alumnos… gratis. La monetización del modelo
viene por el lado de la acreditación. Pero para acreditarse, el alumno no tiene
que pasar 5 años en el campus. Tiene que hacer una tesis de grado y presentarla
presencialmente. Eso lo toma a lo sumo una semana dentro del campus. Con ello,
la Universidad aumenta la rotación del campus desde 0,2 veces al año
(considerando 5 años para una carrera) a 52 veces. El costo de la carrera se
puede bajar en un 90% y, aun así, ganar dinero. Mucho dinero.
Por otra parte, muchas empresas que ya están inmersas en la
nueva economía están tomando cartas en el asunto directamente, generando cursos
de capacitación Online, desde donde luego reclutan los profesionales que
necesitan.
Esto se va a masificar y la demanda por títulos universitarios se va
a desinflar.
Por lo tanto, lejos de seguir metidos en una discusión del
siglo 20, todos deberíamos concentrarnos en el siglo 21 y decidir qué vamos a hacer
frente a las disrupciones que van a venir, con una educación superior
personalizada, de mejor calidad y de mucho menor costo que lo que hay
actualmente.
Y, como padre de cinco, eso es lo que quiero para mis hijos.
Lo que discuten ahora en el Congreso no me interesa.
Alfredo
Barriga Cifuentes
Consultor en
Transformación Digital
Profesor UDP
Autor de
“Futuro Presente: cómo la nueva revolución digital afectará mi vida”
(Publicado en "Estrategia")
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