El e-Marketing se está usando actualmente en Chile como una herramienta de marketing del siglo XX. Detrás de las acciones de e-marketing actuales se sigue trabajando con la premisa de que los clientes son iguales, y si no lo son, hay que estandarizarlos para que compren productos estandarizados. Tratarlos uno a uno sigue pareciendo ciencia ficción.
Los clientes del S XXI buscan experiencias de consumo. Su compra es cada vez más informada y racional. Cada se vez se dejan influenciar menos por la publicidad. Cada vez están más empoderados: Internet les ha dado ese empoderamiento. Pero las empresas de Chile no están tomando en cuenta ese empoderamiento al incorporar Internet en su marketing. Internet es un canal más de publicidad o de venta.
Por ejemplo, los correos electrónicos. Y no me refiero al “spam”, sino a correos autorizados de empresas a las que he comprado. Recibo decenas de correos electrónicos ofreciéndome cosas que no me interesan. Quienes los envían no parece importarles ese detalle. Parecen decir: ¿para qué personalizar correos electrónicos si enviándolos todos idénticos igual se vende? Sin embargo, enviar correos electrónicos personalizados no es costoso, y desde luego recibirlos es una experiencia mucho más gratificante, con una mayor probabilidad de venta...
Los sitios Web se construyen pensando esencialmente en el diseño gráfico. Se piensa más en “hacerlo bonito” que en “hacerlo útil”. Y quienes navegan por un sitio Web agradecen sobre todo la eficacia, la usabilidad, la facilidad de navegación...
Se subutiliza el potencial de la publicidad en Internet: entrega datos mucho más exactos que un “people meter” acerca de cuantas veces se vio, cuantas personas lo vieron, durante cuanto tiempo, y cuantos entraron a la tienda después de ver la publicidad, y cuantos compraron, y qué compraron… a un costo que es una fracción de los medios tradicionales.No se ha explotado ¡para nada! el potencial de Cross Selling y de upgrade que ofrece Internet. Jamás he recibido una oferta de un producto relacionado con otro que compré, o de una actualización. Cuando compré un reproductor de video, no me ofrecieron un “Home Theater”. Y cuando aparecieron los DVD, no me preguntaron si quería deshacerme de mi Video… y la información de que lo había comprado la tenían. Podrían haberme vendido mucho más...
En fin, suma y sigue… se está usando una herramienta formidable del SXXI con paradigmas del S XX, y se está perdiendo el gran paradigma del e-Marketing: personalizar la oferta.. ¡y masificarla!
Detrás del e-Marketing solo hay tres cosas en abundancia: visión comercial, sentido común y tecnologías de la información. Quienes lo están entendiendo y poniendo en marcha, están viendo los resultados a muy corto plazo: más ventas, clientes más satisfechos y menores costos.
Alfredo Barriga, Marzo de 2008
Comentarios y puntos de vista sobre la economía digital y el uso de TIC en los negocios
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martes, 18 de marzo de 2008
Agenda Digital 2007-2012
Recientemente fue lanzada la Estrategia Digital 2007-2012[1] por parte de la Presidenta Bachelet. Al mismo tiempo, la Cámara de Diputados está trabajando en un Proyecto de Acuerdo sobre la implementación de dicha Estrategia Digital. Ambos eventos y la forma en que se han dado dan muestra una vez más de que el tema interesa, pero no es parte del ADN de la Agenda de Estado.
La Estrategia Digital es un documento en el cual todos los que estamos detrás de darle a las Tecnologías de la Información y Comunicaciones (TIC) la relevancia que debería tener estamos de acuerdo. El tema es que ya hace tiempo que estamos de acuerdo en que estamos de acuerdo. Pero todavía falta la voluntad política para tomar el tema realmente en serio.
Primer asunto: si las TIC tienen la importancia que tienen, y estamos de acuerdo en ello, ¿a qué esperar en armar una institucionalización de verdad alrededor de la Estrategia Digital? Llevamos años con un “semi-CIO”, quien se supone que en horas libres (ya que el puesto ha recaído invariablemente en alguien que, si bien conoce del tema, no está para eso en el Gobierno) va a sacar adelante algo de tal magnitud. Es, para quienes conocen la industria, como pedirle a un gerente de informática que ponga en marcha un ERP World Class en sus horas libres.
Segundo tema: Chile está en cuarto lugar mundial en e-government. Y es para que nos alegremos sinceramente todos. Pero más feliz estaríamos si ocupáramos ese mismo ranking en uso de TIC en Gobierno. Porque lo que hay detrás es mucho más profundo que las buenas aplicaciones que mostramos a todo el mundo.
El Estado tiene como misión el ordenamiento que nos damos como Sociedad. Y detrás de eso, hay información. También tiene un rol subsidiario. Y detrás de eso hay información. También tiene un rol de recaudación y redistribución de la renta. Y detrás de eso hay información. Y tiene que implementar políticas públicas. Y detrás de eso hay información. Junto con toda esa información, hay procesos. Y tanto la información como los procesos se manejan sobre Tecnologías de la Información y Comunicaciones. De donde se sigue que las TIC son la “planta ensambladora” donde el Estado genera su producto.
En esa planta ensambladora, ¿Cuánto se está gastando al año? No hay cifras, pero por el peso que tiene el sector público en el uso de TIC, y de acuerdo a las cifras publicadas por la ACTI, no sería aventurado decir que alrededor de 500 millones de dólares al año. ¡Cada año! Con ese dinero, deberíamos tener el mejor sistema gubernamental del mundo, con el mejor estado del arte, y con un Gobierno que tendría a mano toda la información para hacer una buena gestión en cada una de las reparticiones públicas tanto como a nivel global.
La Agenda Digital para materializar una Estrategia Digital debería por ello, según nuestra opinión, centrarse en tres temas esencialmente: institucionalizar las TIC dentro del Estado, optimizar el uso de TIC al interior del Estado, y permeabilizar a la Sociedad en el uso de TIC mediante la interacción entre el Estado y la misma Sociedad.
Los países a los que les ha ido bien en esto – mejor que a Chile – tienen una institucionalidad. Bien sea a nivel de Ministerio, Subdirección o Dirección General con rango de Ministro. ¡Pero que sea ya! Actualmente el tema descansa en una Comisión de Ministros con un Secretario Ejecutivo, que –dada la naturaleza de la estructura creada - tiene más de secretario que de ejecutivo. El tema de la institucionalidad es uno de los que se van a discutir en la comisión que va a implantar la Estrategia. Pero es algo de lo que se ha estado hablando desde antes de la anterior Agenda Digital (2004). Y es muy simple: lo que le ha faltado a todas las Agendas digitales y estrategias digitales desde la primera versión - la del Gobierno de Frei Ruiz Tagle - es “alguien que corte el queque”, en buen chileno. Que dé rumbo, coordine, entregue y haga cumplir criterios, audite la implementación de los proyectos. Un líder.
Con eso, se puede cumplir con el segundo foco: que haya una optimización de proyectos y recursos. Que todo dato que capture el Estado entre por un único lugar (el que está más afín al dato) y queda a disposición de toda repartición que lo necesite. ¡Lo básico de una administración eficiente de información! Que todos los procesos de la maquinaria estatal estén explicitados con un workflow, de forma que sea más fácil a la contraloría hacer su pega. Que se tenga una macrovisión de todos los datos agregados que se pueden recoger a través del Estado para hacer políticas públicas basadas en datos duros más que en hipótesis o lugares comunes. Un Estado, para ser bien llevado, no se diferencia mucho en ese sentido de una empresa; necesita información para tomar decisiones basadas en hechos. Y el caso es que nuestro Estado la tiene, pero no la usa porque no la genera.
¿Y respecto al tercer tema? El Estado está pasando por un buen momento económico. No se trata de tirar la casa por la ventana. Pero es que las TIC tienen la particularidad de que no son caras y pueden hacer un país distinto en poco tiempo. Aunque estos proyectos no corten cintas, ni salgan en la Televisión, ni tal vez traigan votos. El impacto puede ser tremendo. Con 30 millones de dólares y la masificación de la huella digital se puede cambiar radicalmente, en 4 años, aspectos de nuestra vida cotidiana que supondrían mejorar en calidad de vida y en seguridad ciudadana. Podríamos darnos el lujo hoy de tener un computador por cada dos o tres alumnos, y habilitar las aulas tecnológicas para que esos mismos alumnos enseñen a sus padres. Y suma y sigue… El caso es que muchas de estas iniciativas las tomaron o las están tomando países que nos han pasado en los últimos años en productividad y competitividad. El caso es que tenemos el dinero para hacer lo mismo. ¿A qué esperar?
Los empresarios y los gobiernos se pueden enjuiciar, más que por sus palabras, por sus Balances: donde ponen el dinero. Eso refleja realmente en qué es lo que creen. Y la verdad es que, a pesar de la encomiable labor que mucha gente anónima y apasionada por las TIC ha hecho en Chile – y gracias a ellos, no a las Agendas, hoy Chile ocupa el lugar que ocupa en materia de e-gobierno y uso de TIC: que nadie se llame a engaño – a pesar de ello persiste, mediante el simple expediente de mirar a donde va el dinero, la sensación de que Chile no ha entendido aún el verdadero valor de las TIC en lo que nos estamos jugando hacia el futuro. Peor aún: demuestra que no entendemos de qué va el futuro, y nos seguimos aferrando a un modelo de sociedad que ha sido exitoso en los pasados 30 años, solo porque ha sido exitoso en los pasados 30 años, sin mirar alrededor y ver lo que está pasando ahora, y que nos va a afectar mañana.
Alfredo Barriga
[1] http://www.estrategiadigital.gob.cl/
La Estrategia Digital es un documento en el cual todos los que estamos detrás de darle a las Tecnologías de la Información y Comunicaciones (TIC) la relevancia que debería tener estamos de acuerdo. El tema es que ya hace tiempo que estamos de acuerdo en que estamos de acuerdo. Pero todavía falta la voluntad política para tomar el tema realmente en serio.
Primer asunto: si las TIC tienen la importancia que tienen, y estamos de acuerdo en ello, ¿a qué esperar en armar una institucionalización de verdad alrededor de la Estrategia Digital? Llevamos años con un “semi-CIO”, quien se supone que en horas libres (ya que el puesto ha recaído invariablemente en alguien que, si bien conoce del tema, no está para eso en el Gobierno) va a sacar adelante algo de tal magnitud. Es, para quienes conocen la industria, como pedirle a un gerente de informática que ponga en marcha un ERP World Class en sus horas libres.
Segundo tema: Chile está en cuarto lugar mundial en e-government. Y es para que nos alegremos sinceramente todos. Pero más feliz estaríamos si ocupáramos ese mismo ranking en uso de TIC en Gobierno. Porque lo que hay detrás es mucho más profundo que las buenas aplicaciones que mostramos a todo el mundo.
El Estado tiene como misión el ordenamiento que nos damos como Sociedad. Y detrás de eso, hay información. También tiene un rol subsidiario. Y detrás de eso hay información. También tiene un rol de recaudación y redistribución de la renta. Y detrás de eso hay información. Y tiene que implementar políticas públicas. Y detrás de eso hay información. Junto con toda esa información, hay procesos. Y tanto la información como los procesos se manejan sobre Tecnologías de la Información y Comunicaciones. De donde se sigue que las TIC son la “planta ensambladora” donde el Estado genera su producto.
En esa planta ensambladora, ¿Cuánto se está gastando al año? No hay cifras, pero por el peso que tiene el sector público en el uso de TIC, y de acuerdo a las cifras publicadas por la ACTI, no sería aventurado decir que alrededor de 500 millones de dólares al año. ¡Cada año! Con ese dinero, deberíamos tener el mejor sistema gubernamental del mundo, con el mejor estado del arte, y con un Gobierno que tendría a mano toda la información para hacer una buena gestión en cada una de las reparticiones públicas tanto como a nivel global.
La Agenda Digital para materializar una Estrategia Digital debería por ello, según nuestra opinión, centrarse en tres temas esencialmente: institucionalizar las TIC dentro del Estado, optimizar el uso de TIC al interior del Estado, y permeabilizar a la Sociedad en el uso de TIC mediante la interacción entre el Estado y la misma Sociedad.
Los países a los que les ha ido bien en esto – mejor que a Chile – tienen una institucionalidad. Bien sea a nivel de Ministerio, Subdirección o Dirección General con rango de Ministro. ¡Pero que sea ya! Actualmente el tema descansa en una Comisión de Ministros con un Secretario Ejecutivo, que –dada la naturaleza de la estructura creada - tiene más de secretario que de ejecutivo. El tema de la institucionalidad es uno de los que se van a discutir en la comisión que va a implantar la Estrategia. Pero es algo de lo que se ha estado hablando desde antes de la anterior Agenda Digital (2004). Y es muy simple: lo que le ha faltado a todas las Agendas digitales y estrategias digitales desde la primera versión - la del Gobierno de Frei Ruiz Tagle - es “alguien que corte el queque”, en buen chileno. Que dé rumbo, coordine, entregue y haga cumplir criterios, audite la implementación de los proyectos. Un líder.
Con eso, se puede cumplir con el segundo foco: que haya una optimización de proyectos y recursos. Que todo dato que capture el Estado entre por un único lugar (el que está más afín al dato) y queda a disposición de toda repartición que lo necesite. ¡Lo básico de una administración eficiente de información! Que todos los procesos de la maquinaria estatal estén explicitados con un workflow, de forma que sea más fácil a la contraloría hacer su pega. Que se tenga una macrovisión de todos los datos agregados que se pueden recoger a través del Estado para hacer políticas públicas basadas en datos duros más que en hipótesis o lugares comunes. Un Estado, para ser bien llevado, no se diferencia mucho en ese sentido de una empresa; necesita información para tomar decisiones basadas en hechos. Y el caso es que nuestro Estado la tiene, pero no la usa porque no la genera.
¿Y respecto al tercer tema? El Estado está pasando por un buen momento económico. No se trata de tirar la casa por la ventana. Pero es que las TIC tienen la particularidad de que no son caras y pueden hacer un país distinto en poco tiempo. Aunque estos proyectos no corten cintas, ni salgan en la Televisión, ni tal vez traigan votos. El impacto puede ser tremendo. Con 30 millones de dólares y la masificación de la huella digital se puede cambiar radicalmente, en 4 años, aspectos de nuestra vida cotidiana que supondrían mejorar en calidad de vida y en seguridad ciudadana. Podríamos darnos el lujo hoy de tener un computador por cada dos o tres alumnos, y habilitar las aulas tecnológicas para que esos mismos alumnos enseñen a sus padres. Y suma y sigue… El caso es que muchas de estas iniciativas las tomaron o las están tomando países que nos han pasado en los últimos años en productividad y competitividad. El caso es que tenemos el dinero para hacer lo mismo. ¿A qué esperar?
Los empresarios y los gobiernos se pueden enjuiciar, más que por sus palabras, por sus Balances: donde ponen el dinero. Eso refleja realmente en qué es lo que creen. Y la verdad es que, a pesar de la encomiable labor que mucha gente anónima y apasionada por las TIC ha hecho en Chile – y gracias a ellos, no a las Agendas, hoy Chile ocupa el lugar que ocupa en materia de e-gobierno y uso de TIC: que nadie se llame a engaño – a pesar de ello persiste, mediante el simple expediente de mirar a donde va el dinero, la sensación de que Chile no ha entendido aún el verdadero valor de las TIC en lo que nos estamos jugando hacia el futuro. Peor aún: demuestra que no entendemos de qué va el futuro, y nos seguimos aferrando a un modelo de sociedad que ha sido exitoso en los pasados 30 años, solo porque ha sido exitoso en los pasados 30 años, sin mirar alrededor y ver lo que está pasando ahora, y que nos va a afectar mañana.
Alfredo Barriga
[1] http://www.estrategiadigital.gob.cl/
Transantiago y Teletrabajo
Sobre el impacto del Transantiago sobre la calidad de vida de millones de personas que se deben desplazar a diario a sus trabajos se ha hablado hasta la saciedad. Las soluciones que se han propuesto y que están implementándose hasta ahora apuntan todas en la misma dirección: aumentar la oferta de transporte y hacerla más eficiente. Pero, ¿por qué no actuar sobre la otra parte de la ecuación? ¿Qué tal reducir la oferta por esos servicios?
Entre los millones de personas que se desplazan a diario a su trabajo, hay cientos de miles cuyo trabajo esencialmente consiste en manejo de información. Esas personas podrían trabajar desde su casa, ahorrándose los gastos de desplazamiento, ganando en calidad de vida, gracias a disponer al menos de 3 horas diarias más para estar con los suyos, y reduciendo la presión por servicios de transporte en la Región Metropolitana.
Tres horas diarias suponen unas 600 horas al año, es decir, 25 días más al año para su libre uso. ¡Más días de lo que se toman de vacaciones!
Las externalidades económicas que tendría una medida de este tipo si es masiva van más allá de los beneficios directos a los afectados. Personas con tres horas más para ellas mismas al día pueden trabajar con menos ansiedad. Pueden atender a su casa (especialmente beneficioso para mujeres cabeza de familia que deben asumir el rol de madres y trabajadoras al mismo tiempo, sin apoyo de ningún tipo). Pueden ser más productivas.
Por otra parte, cada persona que es sacada de la calle ayuda a reducir los costos de su traslado. Hace más de 10 años atrás, la Municipalidad de Los Ángeles en USA hizo un plan por el cual entregó una subvención a las empresas que permitieran que sus empleados trabajaran desde la casa. Calcularon lo que eso significaría de ahorros a la Municipalidad – calles menos congestionadas, menores costos de reparación de “eventos”, menores requerimientos de guardias para tráfico, menores posibilidades de asaltos en lugares de trabajo, etc. La medida tuvo una buena acogida, y fue imitada en otros lugares. Hoy, en San José (California) donde está Sillicon Valley, prácticamente un 50% de las personas trabajan parcial o totalmente desde sus hogares.
Tecnológicamente Chile está preparado para implementar esta política. Las barreras son más de tipo culturales, y están bastante delimitadas.
De una parte, la sensación de que si alguien se va a trabajar desde la casa es equivalente a que “lo mandaron para la casa”, sinónimo de que fue despedido. Trabajar mediáticamente sobre este extremo ayudaría a superar esta barrera. De otra parte, la percepción o hipótesis, por parte de los empleadores, de que la persona que trabaja desde la casa “no hace la pega”. Esto requiere de un cambio en el marco contractual entre empleador y empleado. Actualmente, la filosofía detrás del marco contractual es que la gente, para “hacer el trabajo” tiene que “ir al trabajo”. Es un enfoque basado en la presencia en el lugar de trabajo, no en la eficiencia en el trabajo hecho. Este enfoque ha demostrado ser nocivo, llevando a nuestro país a ser de los que más horas laborales anuales tiene en el mundo… lo que no significa que sea, ni de lejos, el que más produce en el mundo con esas horas.
Dejo abierto este espacio para que envíen comentarios acerca de cómo materializar esta idea. Una discusión abierta sobre las diversas alternativas y sobre las ventajas u desventajas de cada una nos permitiría proponer una política de teletrabajo materializable. Y, en este caso, el tema si que es un tema político de alto impacto, que – con algo de imaginación y creatividad – nos permitiría tener mucha gente trabajando con TIC, mejorando procesos, productos, servicios y calidad de trabajo.
Alfredo Barriga
Entre los millones de personas que se desplazan a diario a su trabajo, hay cientos de miles cuyo trabajo esencialmente consiste en manejo de información. Esas personas podrían trabajar desde su casa, ahorrándose los gastos de desplazamiento, ganando en calidad de vida, gracias a disponer al menos de 3 horas diarias más para estar con los suyos, y reduciendo la presión por servicios de transporte en la Región Metropolitana.
Tres horas diarias suponen unas 600 horas al año, es decir, 25 días más al año para su libre uso. ¡Más días de lo que se toman de vacaciones!
Las externalidades económicas que tendría una medida de este tipo si es masiva van más allá de los beneficios directos a los afectados. Personas con tres horas más para ellas mismas al día pueden trabajar con menos ansiedad. Pueden atender a su casa (especialmente beneficioso para mujeres cabeza de familia que deben asumir el rol de madres y trabajadoras al mismo tiempo, sin apoyo de ningún tipo). Pueden ser más productivas.
Por otra parte, cada persona que es sacada de la calle ayuda a reducir los costos de su traslado. Hace más de 10 años atrás, la Municipalidad de Los Ángeles en USA hizo un plan por el cual entregó una subvención a las empresas que permitieran que sus empleados trabajaran desde la casa. Calcularon lo que eso significaría de ahorros a la Municipalidad – calles menos congestionadas, menores costos de reparación de “eventos”, menores requerimientos de guardias para tráfico, menores posibilidades de asaltos en lugares de trabajo, etc. La medida tuvo una buena acogida, y fue imitada en otros lugares. Hoy, en San José (California) donde está Sillicon Valley, prácticamente un 50% de las personas trabajan parcial o totalmente desde sus hogares.
Tecnológicamente Chile está preparado para implementar esta política. Las barreras son más de tipo culturales, y están bastante delimitadas.
De una parte, la sensación de que si alguien se va a trabajar desde la casa es equivalente a que “lo mandaron para la casa”, sinónimo de que fue despedido. Trabajar mediáticamente sobre este extremo ayudaría a superar esta barrera. De otra parte, la percepción o hipótesis, por parte de los empleadores, de que la persona que trabaja desde la casa “no hace la pega”. Esto requiere de un cambio en el marco contractual entre empleador y empleado. Actualmente, la filosofía detrás del marco contractual es que la gente, para “hacer el trabajo” tiene que “ir al trabajo”. Es un enfoque basado en la presencia en el lugar de trabajo, no en la eficiencia en el trabajo hecho. Este enfoque ha demostrado ser nocivo, llevando a nuestro país a ser de los que más horas laborales anuales tiene en el mundo… lo que no significa que sea, ni de lejos, el que más produce en el mundo con esas horas.
Dejo abierto este espacio para que envíen comentarios acerca de cómo materializar esta idea. Una discusión abierta sobre las diversas alternativas y sobre las ventajas u desventajas de cada una nos permitiría proponer una política de teletrabajo materializable. Y, en este caso, el tema si que es un tema político de alto impacto, que – con algo de imaginación y creatividad – nos permitiría tener mucha gente trabajando con TIC, mejorando procesos, productos, servicios y calidad de trabajo.
Alfredo Barriga
Permitanme Soñar
¿Cuál sería el Producto Geográfico Bruto de Chile si todos trabajaran en lo que más les gusta y en lo que mejor capacitados están? ¿No sería realmente un país maravilloso para vivir? Un país donde las personas podrían realizarse profesionalmente, y aportar al engrandecimiento de la sociedad en la que viven dando lo mejor de sí mismos.
Veo la cara escéptica de tantos… “¡imposible! Eso es un sueño sin ninguna posibilidad de llegar ni de cerca de ser realidad”. Me recuerda la frase que hizo famoso a Robert F. Kennedy (aunque creo que es original de Bernard Shaw): “hay personas que ven las cosas como son y preguntan ¿por qué? Yo veo las cosas que nunca fueron y pregunto ¿por qué no?”
¿Que hay detrás de mi propuesta imposible? Información y procesos. La herramienta para ayudar a conseguirlo son las Tecnologías de la Información y Comunicaciones (TIC).
La forma de conseguirlo es, en primer lugar, proponiéndolo como política de Estado. Que ninguneen los pesimistas de siempre. Que digan frases sarcásticas los agoreros promotores de la mediocridad como forma de ser país. Me da igual. Este espacio es para soñar, y promover esos sueños para que se hagan realidad. Un país sin sueños que perseguir es un país acabado, plano, sin destino. Así pues, lo escribo, lo propongo, lo promuevo: conseguir que cada chilena, cada chileno, esté trabajando en aquello que más le gusta y para lo que tiene más capacidad.
En segundo lugar, teniendo el coraje de cambiar todo lo que se necesite cambiar - y es mucho – para conseguir el objetivo. Las TIC son una herramienta, no una varita mágica. Son necesarias, pero no suficientes. Pero la voluntad política por si misma, sin las TIC, queda en eso solamente: en voluntad. No en realizaciones.
No van a ser los recursos naturales en los que somos más competitivos los que nos van a llevar al desarrollo. Son los recursos humanos los que hacen la diferencia, y siempre la han hecho. El mayor despilfarro de recursos en Chile lo constituyen los talentos con los que las chilenas y chilenos nacen y que nunca tienen oportunidad de desarrollarse. Eso es medible en dinero. No se cuanto es, pero me queda claro que es mucho, mucho dinero. Creación de valor y riqueza que no sale a luz simplemente porque no hay lugar para la persona correcta en el momento correcto en el lugar correcto. ¿Qué hay detrás de esas coordenadas? ¡Información! De habilidades más que de logros, de talentos más que de curriculums.
Necesitamos readecuar totalmente nuestro sistema educativo para que sea capaz de recoger el gran reto: desarrollar la persona que hay detrás de cada chilena, de cada chileno. Necesitamos readecuar nuestra política de empleo para que sea capaz de recoger el gran reto. Fuera con el modelo basado en presencia en puesto de trabajo, adelante en un modelo basado en aplicación de talentos. En impulsar el teletrabajo donde se pueda. En trabajar en redes donde se pueda. En armar equipos. En estimular la mente. Atrás la mentalidad de “funcionario”, público o privado. Adelante con una mentalidad emprendedora para todas y todos.
Creo en un Estado impulsor de la persona. No creo en un Estado manejador de la persona, ni en un Estado paternalista. Creo en que las personas son, en general, buenas y con buenas intenciones, y que éstas se proyectan si tienen los estímulos correctos. Creo en un Estado propulsor de estímulos correctos más que de “gran hermano” controlador de que nadie haga nada malo.
¿Cómo se lleva a cabo todo esto? Trabajando en equipo con mentalidad abierta, dispuestos a creer que se puede hacer, que es el primer paso para conseguir hacer. En cuanto al detalle de cómo hacerlo… bueno, esto es un artículo de opinión, no un Tratado. Las TIC que están detrás son archiconocidas. Lo innovador sería la forma de usarlas. Bases de datos. Plataformas colaborativas. Sistemas de Workflow. Datos sobre la persona que la acompañan desde que comienza su educación, orientadas a que pueda conocer y potenciar sus habilidades y preferencias. El gran paradigma de las TIC es que permiten tratar masivamente a cada uno como si fuera único. Y eso supone que ha llegado la hora de defunción a las políticas de homogeneidad (que por lo general aplanan para abajo) y le ha llegado la hora a las políticas de singularidad. Todos somos semejantes, pero todos somos singulares. Y en desarrollar esa singularidad está el secreto a tener una nación más competitiva, más productiva… y más feliz.
Los norteamericanos pusieron hace más de 200 años en su Declaración de Independencia que es una verdad autoevidente el derecho de las personas a la búsqueda de la felicidad[1]. Es mi opinión que parte esencial de esa felicidad es tener la oportunidad de emplear las habilidades con las que el Creador ha dotado a cada persona, y que al hacerlo de esa forma la Nación entera optimiza su capacidad de bienestar. Porque nos crearon “ut operaretur”, para trabajar. Y es de sentido común (una verdad autoevidente, como diría la Declaración de Independencia de Estados Unidos) que si se trabaja en aquello que naturalmente se es más hábil y más gusta, se conseguirá una mayor satisfacción personal y un mayor bienestar general.
Invito a todos quienes tienen el bien de las personas de este país en el corazón a sumarse a “ver lo que nunca fue y decir ¿por qué no?”
[1] “We hold these truths to be self-evident, that all men are created equal, that they are endowed by their Creator with certain unalienable rights, that among these are life, liberty and the pursuit of happiness.”
Veo la cara escéptica de tantos… “¡imposible! Eso es un sueño sin ninguna posibilidad de llegar ni de cerca de ser realidad”. Me recuerda la frase que hizo famoso a Robert F. Kennedy (aunque creo que es original de Bernard Shaw): “hay personas que ven las cosas como son y preguntan ¿por qué? Yo veo las cosas que nunca fueron y pregunto ¿por qué no?”
¿Que hay detrás de mi propuesta imposible? Información y procesos. La herramienta para ayudar a conseguirlo son las Tecnologías de la Información y Comunicaciones (TIC).
La forma de conseguirlo es, en primer lugar, proponiéndolo como política de Estado. Que ninguneen los pesimistas de siempre. Que digan frases sarcásticas los agoreros promotores de la mediocridad como forma de ser país. Me da igual. Este espacio es para soñar, y promover esos sueños para que se hagan realidad. Un país sin sueños que perseguir es un país acabado, plano, sin destino. Así pues, lo escribo, lo propongo, lo promuevo: conseguir que cada chilena, cada chileno, esté trabajando en aquello que más le gusta y para lo que tiene más capacidad.
En segundo lugar, teniendo el coraje de cambiar todo lo que se necesite cambiar - y es mucho – para conseguir el objetivo. Las TIC son una herramienta, no una varita mágica. Son necesarias, pero no suficientes. Pero la voluntad política por si misma, sin las TIC, queda en eso solamente: en voluntad. No en realizaciones.
No van a ser los recursos naturales en los que somos más competitivos los que nos van a llevar al desarrollo. Son los recursos humanos los que hacen la diferencia, y siempre la han hecho. El mayor despilfarro de recursos en Chile lo constituyen los talentos con los que las chilenas y chilenos nacen y que nunca tienen oportunidad de desarrollarse. Eso es medible en dinero. No se cuanto es, pero me queda claro que es mucho, mucho dinero. Creación de valor y riqueza que no sale a luz simplemente porque no hay lugar para la persona correcta en el momento correcto en el lugar correcto. ¿Qué hay detrás de esas coordenadas? ¡Información! De habilidades más que de logros, de talentos más que de curriculums.
Necesitamos readecuar totalmente nuestro sistema educativo para que sea capaz de recoger el gran reto: desarrollar la persona que hay detrás de cada chilena, de cada chileno. Necesitamos readecuar nuestra política de empleo para que sea capaz de recoger el gran reto. Fuera con el modelo basado en presencia en puesto de trabajo, adelante en un modelo basado en aplicación de talentos. En impulsar el teletrabajo donde se pueda. En trabajar en redes donde se pueda. En armar equipos. En estimular la mente. Atrás la mentalidad de “funcionario”, público o privado. Adelante con una mentalidad emprendedora para todas y todos.
Creo en un Estado impulsor de la persona. No creo en un Estado manejador de la persona, ni en un Estado paternalista. Creo en que las personas son, en general, buenas y con buenas intenciones, y que éstas se proyectan si tienen los estímulos correctos. Creo en un Estado propulsor de estímulos correctos más que de “gran hermano” controlador de que nadie haga nada malo.
¿Cómo se lleva a cabo todo esto? Trabajando en equipo con mentalidad abierta, dispuestos a creer que se puede hacer, que es el primer paso para conseguir hacer. En cuanto al detalle de cómo hacerlo… bueno, esto es un artículo de opinión, no un Tratado. Las TIC que están detrás son archiconocidas. Lo innovador sería la forma de usarlas. Bases de datos. Plataformas colaborativas. Sistemas de Workflow. Datos sobre la persona que la acompañan desde que comienza su educación, orientadas a que pueda conocer y potenciar sus habilidades y preferencias. El gran paradigma de las TIC es que permiten tratar masivamente a cada uno como si fuera único. Y eso supone que ha llegado la hora de defunción a las políticas de homogeneidad (que por lo general aplanan para abajo) y le ha llegado la hora a las políticas de singularidad. Todos somos semejantes, pero todos somos singulares. Y en desarrollar esa singularidad está el secreto a tener una nación más competitiva, más productiva… y más feliz.
Los norteamericanos pusieron hace más de 200 años en su Declaración de Independencia que es una verdad autoevidente el derecho de las personas a la búsqueda de la felicidad[1]. Es mi opinión que parte esencial de esa felicidad es tener la oportunidad de emplear las habilidades con las que el Creador ha dotado a cada persona, y que al hacerlo de esa forma la Nación entera optimiza su capacidad de bienestar. Porque nos crearon “ut operaretur”, para trabajar. Y es de sentido común (una verdad autoevidente, como diría la Declaración de Independencia de Estados Unidos) que si se trabaja en aquello que naturalmente se es más hábil y más gusta, se conseguirá una mayor satisfacción personal y un mayor bienestar general.
Invito a todos quienes tienen el bien de las personas de este país en el corazón a sumarse a “ver lo que nunca fue y decir ¿por qué no?”
[1] “We hold these truths to be self-evident, that all men are created equal, that they are endowed by their Creator with certain unalienable rights, that among these are life, liberty and the pursuit of happiness.”
Dios y la Informática
¿Qué es un programa? Un conjunto armónico de instrucciones que entiende un computador orientado a llevar a cabo tareas concretas de variada índole. ¿Qué es un sistema operativo? Un programa que hace que el computador funcione y ejecute otros programas.
Un programa es un ente inmaterial, pero no por ello menos real. No “está” sino “es”. Puede estar representado mediante símbolos o códigos de instrucciones, pero no “es” ese conjunto de códigos de instrucciones. Puede estar grabado en el disco duro de un computador, pero el disco duro es solo el medio donde el programa reside y hace de programa.
¿Por qué tanta dificultad entonces para comprender el mundo del espìritu por encima del mundo de la materia? ¿Qué es el alma? Un conjunto de “programas” que Dios pone en nuestro sistema “material”, hecho de cuerpo, intelecto, emociones, y voluntad. Tenemos un “sistema operativo” aunque lo ignoremos, cuyo “código” es todo lo que se llama en teología derecho divino-positivo. La diferencia es que dentro de nuestro set de programas, podemos actuar a favor o en contra de nuestro “sistema operativo” Y cuando actuamos en contra, no hay físicamente – salvo contadas excepciones, como el caso de un suicidio – un efecto colateral inmediato en nuestro “sistema”. No pasa nada especial. El sistema operativo si entrega una alerta, pero estamos diseñados con libre voluntad de adhesión (algo que no es reproducible en las máquinas) por lo cual podemos o no realizar la “operación” propuesta por el “programa”, aunque las consecuencias de esa acción sean nocivas intangiblemente para todo el sistema.
Sí, los humanos también estamos expuestos al ataques de ”virus informáticos” creados por “los hackers” del alma: el demonio, el mundo y la carne. Debemos por ello reconocer y conocer a quien diseñó nuestro sistema operativo: solo en unión con El podremos mantenernos acordes y en sintonía para lo que fuimos “programados”. La grandeza de nuestra condición es sin embargo que no somos computadores, sino seres con inteligencia y voluntad: una suerte de sistema inteligente, pero que lleva impreso en su sistema operativo los conceptos de “bien” y “mal” (totalmente indistinto en un computador) para el buen funcionamiento del sistema, y que nos permite adherir o rechazar dicho “bien” o “mal” libremente (otra característica que no tiene un computador)
Sí, hasta la computación me lleva a la existencia de Dios, del alma, de la Salvación, del demonio. Y a comprender porqué, cuando “ejecutamos programas” en contra de lo que nos dice nuestro “sistema operativo” imperceptiblemente – cual caballo de troya informático – estamos destruyéndonos. Y si no leemos el Manual – escrito en “el Libro” y en la tradición de la Iglesia – difícilmente le apuntaremos a como usar los programas...
El sistema operativo maneja varios programas importantes para cuando se “bootea” el sistema. Uno es la conciencia, que nos alerta sobre la moralidad de las cosas. Otro es el programa de “ciencia”, que nos permite dilucidar las cosas que van en beneficio de nuestra alma (el “sistema”). Otro programa es el de “Consejo”, que nos alerta acerca de que los medios que usamos estén alineados con los fines del sistema. Otro programa es el “Temor de Dios”, que no consiste en “tenerle miedo”, sino en tener pesar por ofenderle, y buscar vivir rectamente según sus designios. Otro programa es el de “Fortaleza” que nos permite mantener “el sistema operativo funcionando” frente a programas nocivos e invasores, como pueden ser “tentaciones”, “ira”, “desánimo”, “angustia”, etc.
Todo es inmaterial, y sin embargo, todo es esencial para que funcione correctamente esta máquina llamada “ser humano” al que Dios hizo con mucho amor y destinó a la felicidad, siempre que acepte las “reglas de programación”. Y al igual que sucede en programación, cuando uno no sigue las reglas de programación, el perjudicado es el programa, que no funciona.
Hay más “virus”, “gusanos” y “caballos de Troya”. Por ejemplo, un gusano típico es el “que dirán”, que nos hace tener miedo de ser, mostrarnos y confesarnos como cristianos, porque “no está de moda” o es visto como una “falta de respeto por quienes no son cristianos” (¿?) etc. Un virus muy dañino es el “superficialidad” que se mete en la conciencia poco a poco, y va infectando todos los programas del sistema, anulándolos y reemplazándolos por el mismo virus, que engaña al sistema haciéndole creer que siguen estando los programas originales, tomando control de los demás programas y haciendo del sistema un sistema vacío... acaba “formateando el disco duro”. Nos hace insensibles a las cosas de Dios, que nos parecen lejanas o arcaicas, propias de tiempos superados.
El peor caballo de Troya es el “orgullo”. Está allí, latente, sin que te des cuenta, pero en el momento en que fue programado para hacer daño, toma el control total del “sistema operativo” y se pone el mismo como sistema operativo. A partir de allí, destruye los programas que estaban en el disco duro, y los va reemplazando por sus “programas Némesis”. Al programa “generosidad” lo transforma en “egoísmo”; al programa “mansedumbre” lo convierte en “arrogancia”, al programa “humildad” lo cambia por “vanidad”, y así sucesivamente. El resultado es un sistema inestable, centrado en sí mismo, que en cualquier momento deja totalmente inoperante el sistema operativo. Rara vez tiene arreglo, en la medida que su ataque es creciente y total.
En fin, a través de la computación soy capaz de “ver” lo material de lo inmaterial, los efectos que sobre mi persona tiene lo que haga en mi conciencia cuando voy en contra de ella. Hay quienes lo toman a broma y dicen “¿Conciencia? No se lo que es porque nunca he tenido una”
Detrás de la superficialidad a la que nos lleva la sociedad contemporánea hay un claro camino de autodestrucción, en la cual la persona pierde los referentes objetivos y los reemplaza por auto referencias, que limitan y asfixian la conciencia, para hacer realidad lo que decía San Agustín: “el que no vive como piensa, acaba pensando como vive”, que es tanto como vivir de la mentira. Uno se va haciendo “teorías de pensamiento” que hagan que lo que hacemos aparezca como lo más lógico y natural, con lo cual cada vez se enreda más nuestra filosofía de la vida. De allí sale la infelicidad, ya que vamos en contra de la razón misma de nuestra existencia. “Nos creaste Señor para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”[1]. Otra frase famosa de San Agustín, para reflexionar a menudo. Él nos construyó y puso el “sistema operativo” dentro de nosotros, que busca la felicidad. Nos engañamos cuando la buscamos fuera de Él. El mismo San Agustín resumía su vida: “¡Tarde te amé, Belleza, tan antigua y tan nueva, tarde te amé!. Te buscaba fuera y estabas dentro[2]”...
[1] San Agustín, Confesiones, cap. 1
[2] Op cit
Un programa es un ente inmaterial, pero no por ello menos real. No “está” sino “es”. Puede estar representado mediante símbolos o códigos de instrucciones, pero no “es” ese conjunto de códigos de instrucciones. Puede estar grabado en el disco duro de un computador, pero el disco duro es solo el medio donde el programa reside y hace de programa.
¿Por qué tanta dificultad entonces para comprender el mundo del espìritu por encima del mundo de la materia? ¿Qué es el alma? Un conjunto de “programas” que Dios pone en nuestro sistema “material”, hecho de cuerpo, intelecto, emociones, y voluntad. Tenemos un “sistema operativo” aunque lo ignoremos, cuyo “código” es todo lo que se llama en teología derecho divino-positivo. La diferencia es que dentro de nuestro set de programas, podemos actuar a favor o en contra de nuestro “sistema operativo” Y cuando actuamos en contra, no hay físicamente – salvo contadas excepciones, como el caso de un suicidio – un efecto colateral inmediato en nuestro “sistema”. No pasa nada especial. El sistema operativo si entrega una alerta, pero estamos diseñados con libre voluntad de adhesión (algo que no es reproducible en las máquinas) por lo cual podemos o no realizar la “operación” propuesta por el “programa”, aunque las consecuencias de esa acción sean nocivas intangiblemente para todo el sistema.
Sí, los humanos también estamos expuestos al ataques de ”virus informáticos” creados por “los hackers” del alma: el demonio, el mundo y la carne. Debemos por ello reconocer y conocer a quien diseñó nuestro sistema operativo: solo en unión con El podremos mantenernos acordes y en sintonía para lo que fuimos “programados”. La grandeza de nuestra condición es sin embargo que no somos computadores, sino seres con inteligencia y voluntad: una suerte de sistema inteligente, pero que lleva impreso en su sistema operativo los conceptos de “bien” y “mal” (totalmente indistinto en un computador) para el buen funcionamiento del sistema, y que nos permite adherir o rechazar dicho “bien” o “mal” libremente (otra característica que no tiene un computador)
Sí, hasta la computación me lleva a la existencia de Dios, del alma, de la Salvación, del demonio. Y a comprender porqué, cuando “ejecutamos programas” en contra de lo que nos dice nuestro “sistema operativo” imperceptiblemente – cual caballo de troya informático – estamos destruyéndonos. Y si no leemos el Manual – escrito en “el Libro” y en la tradición de la Iglesia – difícilmente le apuntaremos a como usar los programas...
El sistema operativo maneja varios programas importantes para cuando se “bootea” el sistema. Uno es la conciencia, que nos alerta sobre la moralidad de las cosas. Otro es el programa de “ciencia”, que nos permite dilucidar las cosas que van en beneficio de nuestra alma (el “sistema”). Otro programa es el de “Consejo”, que nos alerta acerca de que los medios que usamos estén alineados con los fines del sistema. Otro programa es el “Temor de Dios”, que no consiste en “tenerle miedo”, sino en tener pesar por ofenderle, y buscar vivir rectamente según sus designios. Otro programa es el de “Fortaleza” que nos permite mantener “el sistema operativo funcionando” frente a programas nocivos e invasores, como pueden ser “tentaciones”, “ira”, “desánimo”, “angustia”, etc.
Todo es inmaterial, y sin embargo, todo es esencial para que funcione correctamente esta máquina llamada “ser humano” al que Dios hizo con mucho amor y destinó a la felicidad, siempre que acepte las “reglas de programación”. Y al igual que sucede en programación, cuando uno no sigue las reglas de programación, el perjudicado es el programa, que no funciona.
Hay más “virus”, “gusanos” y “caballos de Troya”. Por ejemplo, un gusano típico es el “que dirán”, que nos hace tener miedo de ser, mostrarnos y confesarnos como cristianos, porque “no está de moda” o es visto como una “falta de respeto por quienes no son cristianos” (¿?) etc. Un virus muy dañino es el “superficialidad” que se mete en la conciencia poco a poco, y va infectando todos los programas del sistema, anulándolos y reemplazándolos por el mismo virus, que engaña al sistema haciéndole creer que siguen estando los programas originales, tomando control de los demás programas y haciendo del sistema un sistema vacío... acaba “formateando el disco duro”. Nos hace insensibles a las cosas de Dios, que nos parecen lejanas o arcaicas, propias de tiempos superados.
El peor caballo de Troya es el “orgullo”. Está allí, latente, sin que te des cuenta, pero en el momento en que fue programado para hacer daño, toma el control total del “sistema operativo” y se pone el mismo como sistema operativo. A partir de allí, destruye los programas que estaban en el disco duro, y los va reemplazando por sus “programas Némesis”. Al programa “generosidad” lo transforma en “egoísmo”; al programa “mansedumbre” lo convierte en “arrogancia”, al programa “humildad” lo cambia por “vanidad”, y así sucesivamente. El resultado es un sistema inestable, centrado en sí mismo, que en cualquier momento deja totalmente inoperante el sistema operativo. Rara vez tiene arreglo, en la medida que su ataque es creciente y total.
En fin, a través de la computación soy capaz de “ver” lo material de lo inmaterial, los efectos que sobre mi persona tiene lo que haga en mi conciencia cuando voy en contra de ella. Hay quienes lo toman a broma y dicen “¿Conciencia? No se lo que es porque nunca he tenido una”
Detrás de la superficialidad a la que nos lleva la sociedad contemporánea hay un claro camino de autodestrucción, en la cual la persona pierde los referentes objetivos y los reemplaza por auto referencias, que limitan y asfixian la conciencia, para hacer realidad lo que decía San Agustín: “el que no vive como piensa, acaba pensando como vive”, que es tanto como vivir de la mentira. Uno se va haciendo “teorías de pensamiento” que hagan que lo que hacemos aparezca como lo más lógico y natural, con lo cual cada vez se enreda más nuestra filosofía de la vida. De allí sale la infelicidad, ya que vamos en contra de la razón misma de nuestra existencia. “Nos creaste Señor para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”[1]. Otra frase famosa de San Agustín, para reflexionar a menudo. Él nos construyó y puso el “sistema operativo” dentro de nosotros, que busca la felicidad. Nos engañamos cuando la buscamos fuera de Él. El mismo San Agustín resumía su vida: “¡Tarde te amé, Belleza, tan antigua y tan nueva, tarde te amé!. Te buscaba fuera y estabas dentro[2]”...
[1] San Agustín, Confesiones, cap. 1
[2] Op cit
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