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lunes, 7 de diciembre de 2015

Por qué las Tecnologías Disruptivas mejoran los sueldos y la equidad

El capitalismo ha sido el sistema económico más exitoso hasta ahora en la historia de la humanidad, creando riqueza como nunca antes se había creado, gracias a la generación de incentivos para la innovación y el emprendimiento. Donde sin embargo no ha funcionado es en la distribución de la riqueza generada.

La razón de fondo es que la productividad se genera en la actualidad desde el capital invertido en recursos naturales, en capital industrial y en tecnología. La productividad sin embargo tiene su origen en el capital intelectual. Es lo que hace posible la creación de valor, fruto de la combinación de inteligencia, recursos naturales y recursos de capital previamente existentes. Es la fuente real de innovación y emprendimiento.

Tradicionalmente en el sistema económico capitalista se remunera bien al capital financiero, al capital industrial y a un grupo reducido de personas que aportan capacidad de gestión a las organizaciones que generan valor. Últimamente han surgido, sin embargo, empresas donde el aporte a la creación de valor es fundamentalmente originado por el capital intelectual, mientras que el capital industrial es un commodity y el capital financiero es el resultado (y no el origen) del capital intelectual interactuando con el capital industrial. Empresas como Apple o Google son las mejores exponentes de este nuevo paradigma.

Ambas empresas tienen en común una altísima valoración del talento, que no está concentrado en un grupo reducido de personas, sino que es condición para todos los puestos de trabajo de la organización, independiente del nivel jerárquico que tengan. El paradigma es que todos los equipos de trabajo deben ser “Equipo A”, es decir, lo mejor en talento.

La novedad de este enfoque frente al tradicional es que la productividad que de verdad crea valor es la productividad intelectual generadas por los trabajadores, y que por lo tanto son mejor remunerados. Como resultado, se crean productos y servicios de muy alto valor agregado a precios mucho más bajos que los productos que se reemplaza, generando mayores excedentes del consumidor, junto con utilidades y valoraciones históricas en Bolsa. Es lo que ha sucedido con Apple. El iPhone reemplazó en un solo dispositivo a un celular, más un “personal stereo”, más una cámara de fotos, más un GPS, más un computador, etc. La parte industrial del iPhone – su fabricación – se “comoditizó”. La producción de personal stereos, GPS, cámara de fotos, etc. se “digitizó”, es decir, más que ser lo mismo en formato digital, se transforman en algo distinto en formato digital, que resuelve mejor las necesidades del mercado.

El factor “trabajo” – que se usa fundamentalmente para operar el factor capital, que es el más importante en la actual sociedad capitalista – es reemplazado por el factor “talento” que reemplaza al factor capital como el más importante de la sociedad. Por ello a esta nueva realidad se le denomina “Sociedad del Conocimiento”

Todas las tecnologías disruptivas son intensas en el factor “talento”, como contraposición a los sectores tradicionales de la economía que son intensas en el factor “trabajo”. Cuando el factor importante es “trabajo”, da igual el sujeto desde donde se genera el factor. La remuneración por lo tanto es más baja por dos razones: hay mayor oferta de trabajo, y el valor aportado al producto final es menos relevante. Lo que está demostrando la evidencia empírica es que cuando el factor “trabajo” se reemplaza con el factor “talento”, el valor de lo producido genera un excedente para el consumidor mucho más alto, los productos se valoran mucho más, y las remuneraciones son mayores.
El corolario de esto es obvio: las economías que sigan basándose en las industrias tradicionales, intensivas en trabajo y/o capital financiero, tendrán menor valor y menores remuneraciones que las relacionadas con tecnologías disruptivas. Un segundo corolario: las economías que no desarrollen los talentos mediante una educación personalizada y de calidad no podrán aprovechar los beneficios de economías basadas en tecnologías disruptivas. Sus habitantes están condenados a tener peores remuneraciones, y sus sistemas educacionales a ser tercermundistas.

La revolución digital no es un slogan de una campaña publicitaria. Tampoco es algo que solo afectará un sector minoritario de la sociedad. Afectará a toda la infraestructura productiva de las economías, dejando en el sub desarrollo a todas quienes no la tomen en serio. Las economías de América Latina están especialmente vulnerables ante los efectos de la revolución digital. Si no cambian antes de diez o quince años su matriz productiva y su sistema educacional, vienen años muy difíciles.


Alfredo Barriga