Existe la imagen, manifestada una y otra vez en encuestas, que la salud pública en este país de América Latina carece de agilidad, oportunidad y recursos para cumplir su rol y funcionamiento. El Ministerio de Salud chileno ha generado una Estrategia Nacional de Salud para el decenio 2010-2020, en la que se atacan las causas de los problemas de este sector desde una perspectiva holística, enfocándose en las patologías propias del decenio y en una medicina preventiva, que en definitiva supone direccionar los esfuerzos a mantener una población sana más que a curar una población enferma.
Para que esa Estrategia Nacional de Salud sea posible, requiere una Estrategia Digital propia. La salud fluye sobre dos grandes canales: información y procesos. Si cualquiera de las dos fallan, por buenos que sean los planes y soluciones médicas, no se alcanzarán los resultados previstos. Para ello se ha de contar con sistemas de información sólidos, confiables e interconectados.
Mejor información supone mejor salud. La realidad hoy en día es que la información del sector salud está fragmentada y desconectada. Ningún prestador puede afirmar tener todos los datos de ningún paciente. Los prestadores guardan la información que tienen, como una forma de establecer barreras de salida de sus pacientes y no la comparten con los demás prestadores. No hay acuerdo en los estándares de interoperabilidad, y los sistemas de información hospitalaria (HIS por sus siglas en inglés) son propietarios y cerrados.
Por ello, un primer paso es la homologación de los sistemas HIS junto con un modelo de intercambio de datos único y eficiente. Debido a la autonomía de los hospitales públicos, esto requiere de un fuerte involucramiento y apoyo por parte del Ministerio de Salud de Chile, el que tiene que trabajar muy coordinado con FONASA, el asegurador público que atiende a más de 13 millones de chilenos. El ideal sería establecer una institucionalidad propia y única cuyo foco sea la informatización de la red, de forma de potenciar todas las sinergias posibles, y generar una plataforma que integre la gestión clínica con la gestión financiera. Lo anterior parece de perogrullo, pero lo concreto es que hoy no están unidas.
La consolidación de la información de salud tendría, como primer y mayor beneficio, que la información de cualquier paciente estaría disponible dónde y cuándo hiciera falta; generaría además una cantidad de información agregada valiosísima para monitorear y medir el efecto real de las políticas públicas de salud, y realizar acciones correctivas en forma oportuna. Hoy, esos datos no están disponibles y es dificilísimo llevar a cabo monitoreo de políticas públicas.
No es un secreto para nadie que los procedimientos dentro de la salud pública son engorrosos, enredados y algunas veces frustrantes para quienes se atienden. Para agilizarlos, el medio más eficaz, eficiente y económico es que corran sobre plataformas digitales, con una reingeniería de procesos y su posterior automatización. Ello permite coordinar transversalmente los mismos, acercando realmente la salud pública al paciente y entregando soluciones oportunas en tiempo y calidad. Permite, además, una mejor gestión y control en la asignación de los fondos y recursos para este sector.
Focalizando la estrategia digital de salud en esos dos aspectos, y dotando a la salud pública en Chile de una institucionalidad propia que pueda acometer la magnitud de los proyectos que se requieren permitirá saldar una cuenta que tienen las tecnologías de la información con la salud desde hace algún tiempo: un retorno sobre la inversión acorde a las expectativas que crea.
Alfredo Barriga